miércoles, 28 de enero de 2009



¿Cuántos de nosotros evitamos ver como las cosas importantes de nuestras vidas desaparecen de un momento a otro? No me refiero a las personas, sino también a nuestros ideales y nuestros sueños: podemos resistir un día, una semana, algunos años, pero estamos condenados a perder. Nuestro cuerpo sigue vivo, pero tarde o temprano el alma acaba recibiendo un golpe mortal. Un crimen perfecto, no sabemos quién asesinó nuestra alegria, qué motivos lo provocaron, ni donde están los culpables.